11 señales de que estás dañando accidentalmente la autoestima de tu hijo (sin siquiera darte cuenta)

¿No es ser padre un viaje salvaje? Lleno de giros, vueltas, sonrisas, lágrimas y, lo más importante, muchísimo amor. Todos cometemos errores. ¡Sé que he hecho mi parte justa!

Pero aquí está la cuestión: a veces los errores que cometemos pueden dañar accidentalmente la autoestima de nuestros hijos. Todos queremos que nuestros hijos tengan confianza y crean en sí mismos, ¿verdad? Pero a veces, sin siquiera saberlo, podemos hacer cosas que debilitan un poco esa confianza.

Seamos claros: no se trata de señalar con el dedo o hacer sentir mal a nadie. Estamos todos juntos en este juego de crianza, aprendiendo sobre la marcha. Mi objetivo aquí es compartir lo que encontré durante mi viaje con la esperanza de que pueda ayudarlo a evitar algunos de estos obstáculos.

Entonces, ¿por qué no analizamos más de cerca nuestras acciones como padres? Es hora de reflexionar sobre qué podríamos estar haciendo que podría estar dañando la autoestima de nuestro hijo sin siquiera darnos cuenta.

Aquí hay 10 señales que sugieren que podría estar dañando accidentalmente la autoestima de su hijo. Y no se preocupe: para cada problema hay una solución. ¡Tengo algunos consejos sobre cómo podemos cambiar las cosas también!

1. Corrigiéndolos constantemente:

Empezaré con una historia personal. A mi hijo, Jack, siempre le ha encantado dibujar. Pasaba horas garabateando y dibujando, completamente perdido en su pequeño mundo creativo. Pero debo admitir que tenía la costumbre de corregirlo constantemente. Si dibujaba un árbol con hojas azules o un sol violeta, yo saltaba y decía: «Pero cariño, las hojas son verdes y el sol es amarillo».

Pensé que lo estaba ayudando a aprender, pero lo que no me di cuenta fue que esta corrección constante estaba sofocando su creatividad y haciéndolo dudar de sus elecciones. Era como si estuviera diciendo que sus ideas no eran lo suficientemente buenas.

Así que esta es la cuestión: es natural que nosotros, los padres, queramos guiar a nuestros hijos y ayudarlos a aprender. Pero hay una delgada línea entre guiar y corregir en exceso. Demos a nuestros hijos la libertad de tomar sus propias decisiones, cometer errores y aprender de ellos. Está bien si sus árboles tienen hojas azules y el sol es violeta en su mundo. Después de todo, ¡es su mundo de creatividad!

2. Centrarse demasiado en los logros:

Aquí hay uno un poco contradictorio. Como padre, me sentí muy orgulloso cuando mi hija Lily ganó su primer concurso de ortografía. Todavía recuerdo la emoción de escuchar su nombre como ganadora y ver su carita iluminarse de alegría. Y, por supuesto, como cualquier padre orgulloso, la elogié hasta la luna y de regreso.

Pero entonces algo empezó a cambiar. Cada vez que se anunciaba una nueva competencia, se ponía ansiosa. Comenzó a pasar horas estudiando y preocupándose por cómo le iría. Me di cuenta de que mis elogios la habían presionado involuntariamente: sentía que necesitaba ganar, lograr logros para hacerme feliz.

Esta fue una llamada de atención para mí. Me di cuenta de que, si bien es fantástico celebrar los logros de nuestros hijos, es igualmente importante hacerles saber que nuestro amor y orgullo no están ligados a su éxito. Necesitamos elogiar sus esfuerzos y su arduo trabajo, no sólo el resultado. Digámosles que está bien perder a veces, que está bien no ser los mejores en todo, porque a nuestros ojos ya son los mejores simplemente por ser ellos mismos.

3. Compararlos con otros:

Créame, he estado allí. Mis hijos son diferentes como la noche y el día. Mi hijo, un atleta nato, puede atrapar una pelota incluso antes de que salga de tu mano. Mi hija, por otro lado, es más bien un ratón de biblioteca y sabía leer incluso antes de ir a la escuela.

Recuerdo que un día, mientras veía a mi hijo luchar con su tarea de lectura, le dije: “¿Por qué no intentas leer como tu hermana? Ella es muy buena en eso”. Parecía inofensivo en ese momento, pero su rostro decayó y cerró silenciosamente su libro.

Fue entonces cuando me di cuenta. Al tratar de motivarlo, sin darme cuenta lo comparé con su hermana. Lo que quise decir como estímulo podría haberlo hecho sentir menos ante mis ojos porque leer era más difícil para él.

Así que he aquí una lección que aprendí: cada niño es único y tiene sus propias fortalezas y debilidades. Cuando los comparamos con otros, podemos accidentalmente hacerlos sentir «menos que». En lugar de comparar, celebremos sus fortalezas individuales y ayúdelos a aceptar sus debilidades. Asegurémonos de que sepan que son perfectos tal como son.

4. No dejarles tomar decisiones:

¿Sabía que la toma de decisiones es una habilidad fundamental para la vida que puede aumentar la confianza y la autoestima? ¡Es cierto! Cuando permitimos que nuestros hijos tomen sus propias decisiones, les damos la oportunidad de aprender y crecer. Les estamos enviando el mensaje de que confiamos en su criterio.

Pero a veces, en nuestra búsqueda por proteger a nuestros hijos, podemos asumir el control y tomar decisiones por ellos. Solía ​​hacer esto mucho, especialmente cuando mis hijos eran más pequeños. Desde elegir su ropa hasta decidir qué comerían en el almuerzo, yo estaba a cargo.

En ese momento no me di cuenta de que al hacer esto, sin darme cuenta, estaba obstaculizando su capacidad para tomar decisiones. Sin querer, estaba enviando el mensaje de que no confiaba en que ellos tomarían las decisiones «correctas».

Así que aquí va un consejo: comencemos a dejar que nuestros hijos tomen decisiones, grandes y pequeñas. Ya sea qué se pondrán hoy o qué querrán para cenar, darles las riendas puede hacer maravillas con su autoestima. Recuerde, está bien si cometen errores: ¡así es como aprenden!

5. Estar demasiado ocupado:

Es difícil escribir sobre este, pero creo que es importante. La vida puede volverse agitada, ¿verdad? Entre el trabajo, las tareas del hogar, los recados y el simple hecho de tratar de mantener todo en orden, los padres a menudo nos encontramos haciendo malabarismos con un millón de cosas a la vez.

Recuerdo un momento en el que estaba tan atrapado en mi propio mundo que no me di cuenta del impacto que estaba teniendo en mis hijos. Mi hija volvía a casa del colegio repleta de historias que contar y dibujos que mostrar. Pero a menudo me encontraba escuchando a medias, asintiendo distraídamente mientras revisaba mis correos electrónicos o planificaba la cena en mi cabeza.

Un día se volvió hacia mí con su carita seria y me dijo: “Mami, siempre estás demasiado ocupada para mí”. Fue como un puñetazo en el estómago. Mis acciones la habían hecho sentir como si no fuera lo suficientemente importante para mi época.

Esta es la dura verdad: cuando no les prestamos toda nuestra atención a nuestros hijos, podemos, sin querer, hacerles sentir que no son valiosos. Así que intentemos frenar y estar presentes. Guardemos nuestros teléfonos y escuchemos realmente cuando hablan. Porque nada de lo que nos ocupa es tan importante como hacer que nuestros hijos se sientan amados y valorados.

6. Reaccionar exageradamente ante los errores:

Nunca olvidaré el día en que mi hijo derramó una jarra entera de leche por el suelo de la cocina. Él estaba tratando de ayudar poniendo la mesa para la cena, y sus pequeñas manos simplemente no podían sostener la pesada jarra.

¿Mi reacción inmediata? Lo perdí. Grité de frustración por el desastre y la expresión de su rostro todavía me persigue. Él estaba tratando de ayudar y lo único que hice fue hacerlo sentir mal por un simple error.

Fue entonces cuando aprendí una valiosa lección. Nuestras reacciones como padres juegan un papel crucial en cómo nuestros hijos se perciben a sí mismos. Si reaccionamos de forma exagerada ante sus errores, podrían empezar a creer que son «malos» o «torpes». Es posible que tengan miedo de probar cosas nuevas por miedo a cometer errores.

Así que esto es lo que sugiero: tratemos de mantener la calma cuando nuestros hijos se equivoquen. En lugar de gritar o expresar frustración, usemos estos momentos como oportunidades para enseñarles que está bien cometer errores; así es como aprendemos y crecemos. Después de todo, una jarra de leche derramada es sólo un pequeño desastre en el gran esquema de las cosas, pero nuestra reacción puede dejar un impacto duradero en la autoestima de nuestro hijo.

7. No elogiar el esfuerzo:

He aquí una dura verdad que tuve que afrontar: no les estaba dando a mis hijos suficiente crédito por su esfuerzo. Me encontré elogiando sus éxitos, pero no el arduo trabajo que realizaron, independientemente del resultado.

Dejame darte un ejemplo. Mi hija pasó semanas preparándose para una obra de teatro escolar. Practicó sus líneas hasta que se las supo de memoria y lo dio todo la noche de la actuación. Pero no obtuvo el aplauso ni el reconocimiento que esperaba.

La recuerdo cuando llegó a casa, sintiéndose derrotada, y todo lo que dije fue: «Bueno, tal vez la próxima vez». Ahora me doy cuenta de que lo que debería haber hecho fue elogiarla por su arduo trabajo y dedicación.

La verdad es que, cuando no reconocemos los esfuerzos de nuestro hijo, podríamos darle, sin querer, la impresión de que sólo importan los resultados. Esto puede generar miedo al fracaso y un golpe a su autoestima.

Aquí hay una nota personal: asegurémonos de elogiar a nuestros hijos por sus esfuerzos, tengan o no éxito. Enseñémosles que el esfuerzo y la perseverancia son tan valiosos como el éxito. Porque al final no se trata de ganar o perder, sino de darlo todo.

8. Ignorar sus sentimientos:

Todos hemos oído el dicho: «Los palos y las piedras podrán romperme los huesos, pero las palabras nunca me harán daño». Pero la realidad es que las palabras duelen y los sentimientos importan. A veces, más de lo que nos damos cuenta.

Tomemos esto por ejemplo. Un día, mi hijo llegó a casa de la escuela, molesto porque su mejor amigo había decidido trabajar con otra persona para un proyecto. Lo descarté y le dije que no reaccionara de forma exagerada, que no era gran cosa.

Pero esto es lo que supe más tarde: para él, era algo muy importante. Al ignorar sus sentimientos, sin darme cuenta le estaba diciendo que sus sentimientos no importaban.

Reconozcamos y validemos los sentimientos de nuestros hijos, por triviales que nos parezcan. Si algo es lo suficientemente importante como para que nos lo comuniquen, merece nuestra atención y comprensión. Al hacer esto, les ayudamos a comprender que sus sentimientos son válidos e importantes, un paso clave para desarrollar la autoestima.

9. Establecer expectativas poco realistas:

Éste llega cerca de casa. Cuando mi hija empezó a tocar el piano, tenía grandes esperanzas. La imaginé tocando piezas complejas sin esfuerzo, cautivando a todos con su talento. Pero olvidé una cosa: ella era sólo una principiante.

Recuerdo haberla presionado para que practicara más y mejorara más rápido. Entonces no me di cuenta de cómo mis expectativas poco realistas pesaban mucho sobre sus pequeños hombros. Empezó a temer las lecciones de piano y, un día, simplemente se negó a tocar.

Fue entonces cuando me di cuenta: mis altas expectativas estaban quitándole la alegría a su experiencia de aprendizaje. En lugar de animarla, la hacía sentir que no era lo suficientemente buena.

Esto es lo que he aprendido: es importante establecer expectativas que coincidan con las habilidades y el ritmo de nuestro hijo. Animémoslos a mejorar, pero también celebremos su progreso, por lento o pequeño que sea. Después de todo, cada uno aprende a su propio ritmo y ¡eso está perfectamente bien!

10. No predicar con el ejemplo:

Seamos realistas aquí. Como padres, somos el primer modelo a seguir que tienen nuestros hijos. Nos observan de cerca y a menudo reflejan nuestras acciones y actitudes. No entendí completamente esto hasta que un día me sorprendí criticando mi propia apariencia frente a mi hija.

Al escucharme, se volvió hacia el espejo y comenzó a criticar su propio reflejo. Fue una llamada de atención. Yo estaba dando un ejemplo de autodesprecio y ella lo estaba siguiendo.

Esta es la dura verdad: si somos demasiado duros con nosotros mismos, nuestros hijos podrían empezar a pensar que esa es la norma. Si queremos que nuestros hijos se amen y se acepten a sí mismos, debemos empezar por amarnos y aceptarnos a nosotros mismos.

11. No fomentar la independencia:

Este es un poco difícil de tragar. Cuando mi hijo comenzó la escuela secundaria, me resultó difícil dejarlo ir. Pasaba el cursor sobre su tarea, revisaba dos veces sus tareas e incluso le hacía la maleta.

Un día, se volvió hacia mí y me dijo: «Mamá, puedo hacerlo yo mismo». Me dolió un poco, pero me hizo darme cuenta de que al tratar de ayudarlo, en realidad estaba socavando su capacidad para manejar las cosas por sí solo.

La verdad es dura pero necesaria: nuestro trabajo como padres no es hacer cosas por nuestros hijos, sino enseñarles a hacer cosas por sí mismos. Démosles la oportunidad de ser independientes. Créame, ¡son más capaces de lo que a menudo les damos crédito!

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