¿Alguna vez te encuentras acostado en la cama por la noche, repitiendo en tu cabeza las conversaciones del día?
¿O tal vez te preocupas por cosas que aún no han sucedido?
Si es así, es posible que seas un pensador excesivo.
Los pensadores excesivos son personas que piensan demasiado en las cosas; no podemos evitar analizar todo hasta el más mínimo detalle.
Algunas personas pueden vernos como personas preocupadas, pero no todo es malo.
Pensar demasiado también significa que somos muy buenos prestando atención a los detalles.
Pero es cierto que pensar demasiado a menudo puede complicar un poco la vida.
En este artículo, vamos a hablar de ocho luchas que los pensadores excesivos como nosotros enfrentamos todos los días.
Vamos.
1. Tomar decisiones puede parecer como escalar el Monte Everest
Una de las mayores luchas de los que piensan demasiado es la toma de decisiones.
¡Dios mío, se siente como una misión!
Incluso las decisiones más simples, como elegir un restaurante para cenar o elegir una película para ver, pueden convertirse en un debate interno que parece durar una eternidad.
Sopesamos todos los resultados posibles, los pros y los contras, y aún así terminamos dudando de nuestra elección.
Incluso podríamos pasar por todos esos problemas sólo para decidir quedarnos en casa y comer las sobras, o volver a ver nuestra película favorita por enésima vez.
Recuerden amigos, no se trata de ser indecisos, es simplemente que nuestro cerebro que piensa demasiado nos lleva a una especie de montaña rusa.
2. «¿Y si?» es nuestro segundo nombre
¿Alguna vez te has encontrado atrapado en un bucle de escenarios de “qué pasaría si”?
¡Bienvenido a la rutina diaria del pensador excesivo!
Somos campeones en crear situaciones hipotéticas en nuestra mente.
¿Y si hubiera dicho esto en lugar de aquello? ¿Y si hubiera aceptado esa oferta de trabajo? ¿Qué hubiera pasado si no hubiera comido esa porción extra de pizza?
Mientras que todos los demás parecen pasar el día sin preocupaciones, nosotros, los que pensamos demasiado, luchamos constantemente contra un mundo imaginario de infinitas posibilidades.
Puede ser agotador, pero a veces también puede conducir a soluciones bastante creativas.
Cada nube tiene un lado positivo, ¿verdad?
3. Analizar demasiado las conversaciones pasadas
El otro día me encontré con un viejo amigo en el supermercado. Tuvimos una charla rápida, nos pusimos al día con la vida y tomamos caminos separados.
Suena simple, ¿verdad?
No para mi cerebro que piensa demasiado.
Tan pronto como llegué a casa, comencé a repasar la conversación en mi cabeza. ¿Dije algo raro? ¿Fue mi broma demasiado incómoda? ¿Por qué se rió así? ¿Podría haber sido más interesante?
Es como si mi cerebro estuviera en modo de reproducción y simplemente no parara.
Es una de esas luchas que pueden ser muy difíciles de explicar a menos que también pienses demasiado.
Pero bueno, al menos mantiene la vida interesante.
4. Pensar demasiado puede provocar insomnio
Esta es una lucha con la que muchos pensadores excesivos pueden identificarse: el temido pensamiento excesivo nocturno.
Justo cuando llega el momento de relajarse y quedarse dormido, nuestro cerebro decide que es el momento perfecto para empezar a analizar cada pequeño detalle de nuestro día.
¿Pero sabías que en realidad hay una razón científica detrás de esto?
Nuestros cerebros tienden a centrarse más en pensamientos negativos cuando estamos cansados.
Entonces, ese pensamiento excesivo nocturno podría deberse a que nuestro cerebro agotado está siendo muy duro con nosotros.
Un buen recordatorio de que, a veces, esas sesiones de preocupación nocturnas pueden ser simplemente una señal de que necesitamos captar más Z.
5. A menudo nos sentimos incomprendidos
Como pensamos demasiado, a menudo nos sentimos incomprendidos.
Cuando estamos callados, no es porque no estemos interesados o distantes, generalmente es porque nuestras mentes están llenas de pensamientos e ideas.
Cuando parecemos preocupados o ansiosos por algo, no es porque seamos pesimistas, sino simplemente porque estamos considerando todos los resultados posibles.
Puede ser difícil cuando las personas no comprenden la complejidad de nuestro proceso de pensamiento y nos etiquetan como «demasiado preocupados» o «demasiado serios».
Lo que no ven es la profundidad de nuestro pensamiento y el cuidado que ponemos en cada decisión.
Pero recuerde, pensar demasiado también significa ser empático, minucioso y considerado.
Así que no seas demasiado duro contigo mismo, tu profundidad es tu fuerza.
6. A menudo estamos atrapados en el futuro
Esta es una lucha que enfrento casi a diario. Como persona que piensa demasiado, a menudo me encuentro tan atrapado en la planificación para el futuro que me olvido de vivir el presente.
Ya sea preocupándome por una reunión la próxima semana, preocupándome por un viaje el próximo mes o planificando la vida en el futuro, mi mente está constantemente saltando hacia adelante.
Esto puede dificultar el disfrute pleno del aquí y ahora.
El fin de semana pasado, me encontré preocupándome por el trabajo del lunes mientras se suponía que debía disfrutar de un día relajante en la playa.
Es un trabajo en progreso, pero estoy aprendiendo a recordarme a mí mismo que debo ir más despacio y apreciar el momento presente.
Después de todo, el futuro llegará pronto, ¿verdad?
7. El miedo a cometer errores puede resultar paralizante
Una de las partes más difíciles de pensar demasiado es el miedo constante a equivocarse.
Podemos tener tanto miedo de cometer un error que nos impida correr riesgos o probar cosas nuevas.
Quiero decir, ¿y si lo hacemos mal? ¿Qué pasa si fallamos? ¿Qué pasa si la gente nos juzga?
El miedo puede ser tan abrumador que nos sentimos más seguros si nos apegamos a lo que sabemos, incluso si eso significa perdernos nuevas experiencias.
No es una lucha fácil de superar, pero es importante recordar que todo el mundo comete errores: es parte del ser humano.
Y, a veces, esos errores pueden convertirse en nuestras mayores lecciones.
8. Somos perfeccionistas de corazón
Puede que esto no sea una sorpresa, pero las personas que piensan demasiado a menudo tienden a ser perfeccionistas.
Nos gusta que las cosas salgan bien y podemos dedicar mucho tiempo a asegurarnos de que cada detalle sea perfecto.
Si bien esforzarse por alcanzar la perfección no es malo, es importante que nosotros, los que pensamos demasiado, recordemos que está bien si las cosas no siempre son perfectas.
Después de todo, la vida está llena de altibajos y, a veces, son esas imperfecciones las que hacen que el viaje sea aún más hermoso.
9. A menudo nos sentimos abrumados
Pensar demasiado, como es de esperar, puede resultar increíblemente abrumador.
Hay momentos en que mi mente está llena de tantos pensamientos y preocupaciones que siento como si estuviera tratando de escuchar cien estaciones de radio diferentes a la vez.
Es como estar en medio de una ciudad bulliciosa con ruido viniendo de todas direcciones.
Durante estos momentos, puede resultar difícil concentrarse en cualquier otra cosa y las tareas simples de repente pueden parecer desafíos hercúleos.
No siempre es fácil, pero descubrí que dar un paso atrás y practicar la atención plena puede ayudar a calmar la tormenta.
Así que no olviden cuidarse, compañeros que piensan demasiado: todos necesitamos un momento de tranquilidad de vez en cuando.
10. Luchamos por dejar ir
Pensar demasiado significa que a menudo nos cuesta dejar pasar las cosas.
Ya sea un error que cometimos hace años, un comentario que alguien hizo en el que no podemos dejar de pensar o una oportunidad perdida de la que todavía nos arrepentimos, estas cosas permanecen en nuestras mentes y aparecen en los momentos más aleatorios.
Es como si nuestro cerebro tuviera un almacén especial para todas las cosas que deberíamos haber dejado atrás pero que parece que no podemos dejar ir.
Esto puede dificultar el avance y aprovechar nuevas oportunidades, ya que siempre estamos mirando hacia atrás.
11. A menudo somos duros con nosotros mismos
Seamos realistas, nosotros, los que pensamos demasiado, probablemente podríamos ganar una medalla por ser duros con nosotros mismos.
Nos fijamos altas expectativas y cuando no las cumplimos, a menudo somos nuestros peores críticos.
Si algo no sale perfectamente, nuestra mente se a toda marcha analizando qué hicimos mal y cómo podríamos haberlo hecho mejor.
Esta autocrítica constante puede resultar agotadora y perjudicial para nuestra autoestima.
Pero es importante recordar que nadie es perfecto y que está bien ser amables con nosotros mismos.
12. A veces nos sentimos aislados
Pensar demasiado a veces puede resultar solitario. Es como si hubiera una fiesta constante en nuestras cabezas a la que nadie más está invitado.
Esto puede hacernos sentir aislados, incluso cuando estamos rodeados de gente.
Puede que estemos sentados en una habitación llena de amigos o colegas, pero por dentro nuestra mente es un torbellino de pensamientos y preocupaciones que nadie más puede ver.
Es importante recordar que, aunque lo parezca, no está solo: hay muchas otras personas que entienden exactamente por lo que está pasando.
¿Te gustó mi artículo? Me gusta en Facebook para ver más artículos como este en tu feed.